Por estos días se realizan las declaraciones de testigos en el juicio llamado de “La Quintrala” sobrenombre que le han aplicado a María del Pilar Pérez López (58), quien está imputada por homicidio en contra del novio de su sobrina Diego Schmidt-Hebbel. A la responsabilidad anterior se agrega también la acusación de mandar asesinar también a su ex-marido homosexual y la pareja de aquel. Todas las aristas de este caso se sitúan al interior de una familia chilena, que como cualquier otra, viven, trabajan, se esfuerzan, y en particular protegen a sus hijos a la vez que velan porque ellos se desarrollen para que continúen el ciclo de la sociedad. Pero a mi juicio el factor importante en este caso para la reflexión, es la decepción, el dolor, los detalles domésticos de una vida familiar, y la declaración de los hijos en contra de su madre.
¿Cómo se gana el desprecio de los hijos?; ¿Cómo se puede llegar a sentir odio por la madre o el padre?; ¿Cómo es posible romper el vínculo?; ¿Cómo se llega en un juicio público a declarar en contra de una madre?. En este caso impactan las declaraciones de la hija, quien se refiere a su madre como la “imputada”, y al requerir su especificidad familiar señala “lamentablemente es mi madre”.
Es ineludible reflexionar sobre los errores que como padre he dejado en la retina de mis propios hijos. Es ineludible recordar momentos dolorosos y poco gratos, cuando nos damos cuenta de que nuestros hijos han crecido y nos expresan y enrostran la incapacidad de quererlos, la incapacidad de amarlos, la incapacidad de protegerlos, la incapacidad de merecer ser llamados papá o mamá. Sobre este asunto, es generalizado el acuerdo de que nadie enseña a ser padres, de que no existen recetas, de que somos imperfectos, y de que intentamos siempre ser los mejores. Pero en el intertanto algo falla, algo triza, algo rompe, y algo separa la realidad de la conjetura idílica en la que vivimos.
En lo personal nunca creí fuese posible existiera tal brecha, no obstante leyendo en la red sobre algunos hijos refiriéndose de sus padres, observando como las dificultades en el mundo son generadas fundamentalmente en esa raíz formativa cual es el hogar, y recibiendo también esas expresiones de desprecio y dolor, asumo que olvidé quizás algunos detalles que consideré en su momento irrelevantes. Es imposible poner en plano comparativo las diversas situaciones que tienen un mismo resultado: algunos hijos fueron golpeados, otros agredidos psicológicamente, otros abusados sexualmente, otros siempre aplastados por decisiones verticales, otros utilizados como arma contra el padre o la madre separados, otros obligados a trabajar para mantener a sus progenitores, otros enviados lejos del regazo maternal y del hogar porque “molestaban”, otros expulsados de su hogar, y otros tantos por diversos motivos que resultaron en un “odio” singular.
Íntimamente relacionado con este tema, impacta lo informado por el SERNAM (Servicio Nacional de la Mujer), organismo que señala en Chile el 35% de las mujeres son violentadas de alguna manera, … eso significa que un tercio de los hogares sufren el flagelo del abuso en alguna de sus formas. Es complejo entonces prever la calidad del hogar, la actitud, la capacidad, y el amor que todos aquellos hijos marcados por una previa vida infeliz tendrán en el futuro. Para este asunto no existe política, ni ley … sino el cultivo, formación y desarrollo del amor por los hijos, que se plasmará en un “te amo mamá” o un “te amo papá” solamente recibido al momento de morir.